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sábado, 1 de noviembre de 2008

Los Arcángeles de Sopó

La serie de Sopó, integrada por once Arcángeles y un Ángel Custodio en oleo sobre tela de 238 x 167 cms que se encuentran en la Iglesia Divino Salvador de Sopó, siendo una de las diez joyas del arte religioso en Colombia, fue pintada por un maestro anónimo entre 1650 y 1700. Como consecuencia de la aparición en 1753 de la imagen milagrosa del Señor de Sopó, en fecha no precisada fueron trasladados allí. Sólo se sabe que en 1843 se mencionan en un inventario parroquial descubierto hace pocos años por la restauradora Consuelo Jaramillo. A finales del siglo pasado, vuelve a referirse a ellos el escritor y político Miguel Antonio Caro quien, en una de sus obras de carácter íntimo y puramente literario, cuenta que cuando pasaba temporadas de descanso en la hacienda Casablanca, acudía a la vecina población de Sopó para observar estos ángeles.

En 1961 fueron trasladados por primera vez a Bogotá para restaurarlos, dado su mal estado de conservación, y hacerlos conocer mediante una exposición. Con los mismos propósitos regresaron a Bogotá en 1983, donde permanecieron hasta 1986. Jaime Gutiérrez Vallejo, quien dirigió la segunda restauración, los atribuye a un autor europeo. Diferente posición tiene el investigador español Santiago Sebastián, quien opina que son "ejemplares virreinales". Dada la carencia de datos sobre estas obras, en la última década la presencia del "ojo artístico" ha permitido verlas de manera diferente, centrando el interés en las características iconográficas.

Se trata, en primer lugar, de doce imágenes de ángeles, número de carácter simbólico dentro del cristianismo: doce tribus de Israel, doce profetas menores, doce apóstoles. En segundo lugar, llama la atención que en esta docena de personajes predominen sobre los arcángeles bíblicos los arcángeles apócrifos, no reconocidos por la Iglesia.

La serie de Sopó incluye tres arcángeles bíblicos:

1- Miguel, el príncipe de las milicias celestiales que lanza en mano lucha contra Satanás. (su nombre significa: "Quien como Dios");
2- Rafael, acompañante de viajeros y peregrinos, con el símbolo del pez. (Su nombre significa: "Medicina de Dios"); y
3- Gabriel, el mensajero divino, con el ramo de flores. (Su nombre significa: "Fortaleza de Dios").

Y también ocho arcángeles apócrifos:

4- Uriel, representado con la espada de fuego en alto (Su nombre significa: "Fuego de Dios");
5- Geudiel o Jehudiel, con la corona de rosas y el látigo como símbolos de la penitencia (Su Nombre significa: "Penitencia o Confesión de Dios");
6- Seactiel, con el incensario, atributo de la oración (Su Nombre significa: "Oración a Dios");
7- Barachiel, esparciendo rosas como la bendición de Dios (Su nombre significa: "Bendición de Dios");
8- Ariel, guerrero en el uniforme militar, el arcángel abanderado (Su nombre significa: "Comando de Dios");
9- Esriel, envainando la espada en su papel de la justicia divina (Su nombre significa: "Justicia de Dios");
10- Laruel, con el laurel y la palma del martirio como atributos de la misericordia de Dios (Su nombre significa: "Misericordia de Dios");
11- Leadh, con el sol resplandeciente y la espada (Su nombre significa: "Potencia de Dios"); y, finalmente, cerrando la serie,
12 - el Ángel Custodio con el niño de la mano, tradicionalmente como el Ángel guardián (es el asistente celeste de Dios en la tierra).

El Angel No. 13, como lo llamó el historiador Jorge Orlando Melo, resultó ser un Angel Custodio que, entre las pinturas coloniales de la casa cural en Subachoque, una de las más pintorescas regiones de la Sabana de Bogotá. El Angel No. 13 permaneció relegado en Subachoque desde 1798 sin conocerse su autor ni su relación con los de Sopó. En efecto, se trata de una segunda versión, en formato más pequeño, del tema del ángel que, ricamente vestido y coronado con una diadema de joyas, conduce a un niño muy pequeño de la mano, y que expresa su función protectora en la dulzura del rostro y en el movimiento de la mano hacia el Cielo, tal como sucede con el Ángel Custodio de la serie de Sopó.

Hay que mencionar el grosero empaste de color con que se cubrió la pierna del Ángel Custodio de Subachoque, hecho que corrobora la inclinación a repintar lo que no se ajustara a la tradición de recato propio de la pintura santafereña. Es posible, por consiguiente, que la elegante y sofisticada manera de este pintor, pese a su extraordinaria calidad, no tuviera aceptación en Santafé y que sus obras terminaran por ello en sitios periféricos como Subachoque o Sopó, donde pasarían inadvertidos y sin entrar en mayores conflictos con la mentalidad colonial sobre "adorno y hábito santo", requeridos en las imágenes religiosas. Al referirnos al Angel No. 13, hay que relacionarlo con la serie de LOS doce cuadros de arcángeles de la iglesia de Sopó, que, aparte su valor artístico, constituye una de las mayores incógnitas del arte religioso de la Nueva Granada por sus circunstancias históricas, iconográficas y artísticas.

Las figuras de arcángeles caracteriza la escuela cuzqueña de pintura, especialmente con sus series de arcángeles "militares" diseminadas en el Perú y Bolivia. En Colombia, las series de arcángeles no son comunes y, fuera de la de Sopó, se encuentran apenas otras tres, también de autor anónimo, en Santa Clara la Real y Santa Bárbara, en Tunja, y en Santa Clara de Bogotá, en las cuales también predominan los arcángeles apócrifos sobre los bíblicos.

Como se trata de un artista anónimo, se le conoce con el nombre de Maestro de los Arcángeles de Sopó, obra que tanto prestigio le ha dado como pintor. Trabajó en la segunda mitad del siglo XVII y dejó una de las más sobresalientes obras en la Nueva Granada. No se sabe si estamos ante la presencia de un pintor europeo que, estando de paso, dejó cuadros que fueron a dar a poblaciones vecinas a Santafé de Bogotá, o si, más bien, se trata de un pintor colonial de excelente calidad, que no es de escuela santafereña. En todo caso, se trata de un artista especializado en la pintura de ángeles y arcángeles, y con escasa obra identificada hasta ahora. Por esta razón, es posible que con el tiempo se encuentren nuevas obras suyas que hayan permanecido inadvertidas en iglesias y conventos, como este Angel Custodio.

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